martes, 22 de julio de 2008

Capítulo 21: Agostini y el Pescador I

Comentario del autor:
Investigando la fuente de Felipe Pigna en el texto citado en el comentario anterior, encontré la figura del Padre Salesiano Alberto María De Agostini. Aquí se puede ampliar información sobre su persona. Yo decidí hacerlo aparecer en la historia de Dana tomándome ciertas atribuciones de guionista. Después de todo, estoy haciendo ficción, ¿o no? Digo esto porque el padre no anduvo por la Patagonia norte, donde yo lo estoy situando, sino por una región más austral: Tierra del Fuego y Santa Cruz. De allí es la realidad que él vivió y de la que escribió. Aunque no me cabe duda (como no le cabe duda tampoco a Pigna) que lo que dice en la viñeta 3, 4 y 6 de este capítulo es algo que se vivió en TODA la Patagonia durante la avanzada militar de Roca.

La precaria situación de los indígenas y las continuas persecuciones de que eran objeto fueron motivo de preocupación para el Padre, quien entre dos estados de ánimo diversos. Por un lado, como hombre de caridad, debía mirar por las poblaciones indígenas: era preciso deber suyo protegerlas y procurar integrarlas de manera lo menos traumática posible en la nueva situación social que estaba imponiéndose.
Por otra parte, De Agostini se daba perfecta cuenta de ser él mismo, junto con la civilización blanca, un perturbador de los equilibrios seculares derivados de un milagroso acuerdo entre hombre y naturaleza. No obstante, no podía tampoco olvidar a sus fieles, los colonos, los mineros y todos los que habían llegado a aquellas tierras en busca de fortuna.
No obstante ello, muy a menudo De Agostini denunció abiertamente los delitos que los estancieros cometían contra los indios y llegó hasta a acusar en un libro suyo a Manuel Senoret, gobernador de Punta Arenas, Este había deportado tribus enteras, empujándolas hacia Punta Arenas con el pretexto de "sustraerlas de la miseria y asegurarles el alimento y el vestido de que carecían. La responsabilidad de estas guerras de exterminio contra los onas recae en gran parte sobre el gobernador Senoret... Para proteger los intereses de algunos... y también para oponerse a los misioneros salesianos que él habría querido expulsar de la isla de Dawson, de la cual codicia los bosques y los pastos, favoreció la más indigna de las persecuciones. Expuestos casi desnudos por las calles de la ciudad, los indios fueron distribuidos entre cuantos los requerían (remate de indios) sin tener en cuenta los antecedentes de tales solicitantes...".

En sus escritos todavía leemos: "Los pastores, en gran parte anglosajones, eran quienes veían en los indígenas el mayor impedimento para la propagación de sus rebaños, y de allí la caza sin piedad a que se los sometía como si fuesen animales feroces. El inglés Sam Jslop se vanagloriaba hasta de usar correas fabricadas con la piel de los indígenas, que obtenía de las espaldas de estos infelices. Otro terrible perseguidor de onas fue el escocés Mac Lennan, administrador de la estancia 'Primera Argentina'... Para gloriarse de sus nefandos exterminios, equiparaba el número de sus víctimas con el de los whiskies que había bebido, y que no debían de ser pocos porque se hallaba en perenne estado de embriaguez. Dado que los indígenas, para así mitigar el hambre, se cebaban sin repugnancia en los animales que encontraban muertos por el campo, los pastores envenenaban grandes trozos de carne con estricnina para triunfar más fácilmente en su inicua campaña".

Fuente: http://www.tecpetrol.com/

En el comentario del próximo capítulo escribo un poquito más acerca del Padre; porque algunos investigadores aseguran que mintió en su registros fílmicos y fotográficos de los aborígenes del lugar. Hasta la próxima.

El Chelo

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